EL ESPÍRITU PERFECTO

martes, 21 de abril de 2009

 

Cuenta la historia que, hace ya muchos años, existió un Rey que ofreció una gran cantidad de dinero a aquel pintor que supiera plasmar en su lienzo el espíritu perfecto.

Muchos fueron los pintores que quisieron optar a ganar ese premio, pero solamente hubo dos que le llamaron la atención al Rey, por tanto, tuvo que escoger entre ellos.

En el primero había dibujado un hermoso lago muy tranquilo con un pescador y su pequeña barca. En el lago se reflejaban las plácidas montañas y sobre él había un cielo muy azul con tenues nubes blancas.

En el segundo cuadro había un mar revuelto y unas inmensas olas que chocaban contra las rocas de la costa. Sobre ellas había un cielo furioso del cuál caía un impetuoso aguacero con rayos y truenos. En medio de todo se percibe un pescador intentando dominar su pequeña barca.

El Rey, sin pensarlo demasiado, escogió el segundo cuadro y explicó que “un espíritu perfecto no es aquel que está en un lugar sin ruidos, sin problemas, sin trabajo duro o sin dolor. Es aquel que, a pesar de estar en medio de todas estas cosas, permanece puro, limpio y sin fisuras”.


“¡No le demos barniz a nuestros espíritus si luego es preciso que tengamos que lavar con lejía nuestras lenguas!”. ULISES.

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