LA AUTOSUFICIENCIA.

domingo, 27 de septiembre de 2009

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Las palabras. Ese cúmulo de letras con un cierto orden que, a veces, nos hacer reír, otras llorar, nos ofenden, nos alegran, nos lastiman, nos felicitan,… y otras, simplemente nos parecen indiferentes.

El valor de su significado se lo atribuimos dependiendo de la boca que las arroje, de los labios que las proclamen y del espíritu que las desarrolle. Su importancia llega a los demás reflejada en el espejo del alma y, en ese punto, nos volvemos autosuficientes para pensar y esgrimir qué hacer con ellas: si las utilizamos en nuestro propio beneficio, si les otorgamos una importancia sobrehumana, si las relegamos a los infiernos, si nos hacen sentir diminutos, si les “hacemos ascos” desplegando una sonrisa de desprecio,…

Sí, la autosuficiencia de cada cual es el alma que nos mueve por el mundo, que nos aplasta o nos pone a la altura de todos, aquella a la que nos enfrentamos o es ella la que nos desafía, la que nos coloca un peldaño más arriba o más abajo, la que nos dice cómo somos, cómo pensamos y cómo actuamos,…

No nos convirtamos en pasto de la multitud, no riamos gracias si no existen, no alertemos conflictos si no cocemos su contenido, no intentemos cambiar el mundo porque el mundo nos cambiará a nosotros,…

La autosuficiencia, gran amiga si somos capaces de dominarla y exponerla y, al contrario, cruel adversaria si nos dejamos dominar por espíritus que siguen deambulando por nuestras esquinas. ULISES.